lunes, 3 de septiembre de 2012

PRIMER DÍA DE TREKING POR LA SELVA DEL NORTE DE TAILANDIA, UNA AVENTURA AUTÉNTICA

Sobre las ocho de la mañana pasó a buscarnos por el hostal un tuk tuk largo que ya llevaba a siete personas dentro, dos koreanos, tres americanos y dos españolas. Entre saludos y preguntas seguímos recogiendo gente, dos italianos y dos españoles mas.
 
El camino hasta el mercado local para comprar algunos víveres fue mas que apretado ya que no cabíamos en el tuk tuk pero al no tener puerta atrás uno de los chicos iba medio colgado a lo mono.
 
Paramos en el mercado local donde dimos una vuelta y vimos frutas y verduras diferentes aunque lo que aun nos seguía sorprendiendo a todos era el puestecillo de insectos donde las cucarachas eran lo menos asqueroso...así que imaginate lo que había...Pumba hubiera sido feliz allí.
 
 
 
El grupo que nos había tocado tenía muy buena pinta. Todos estábamos entre los veintitantos y los treinta y pocos y todos sabíamos hablar inglés, mejor o peor, por lo que todos hablábamos con todos y había ambiente de grupo, menos con los koreanos que iban mucho mas a su bola. Los que mas rompieron el hielo fueron los americanos que se emocionaban por todo:
 
"Where are you from?"
 
"I am from Spain"
 
"OMG!! Spain! I love it!!
 
Al rato hablando con otra persona, "So, How old are you?"
 
"I am 25 years old"
 
"Really!!?? Oh yeahhhhh!! The best age everrrrrrrrrrrr"
 
Eran muy graciosos porque se super motivaban aunque estuvieras hablando del tiempo...jejejeje, pero genial porque en menos de diez minutos ya estábamos hablando todos como si nos conociéramos de toda la vida.
 
Llegamos al Parque Nacional de Doi Inthanon, a menos de dos horas de la ciudad, donde nos dejó el tuk tuk. Es impresionante como puede haber un lugar tan verde, tan auténtico, tan natural, tan puro a poca distancia de una ciudad. Parecía que estábamos rodando gorilas en la niebla. Que belleza...
 
Debajo de un chamizo nos dieron el almuerzo, arroz con verduras y de postre sabrosa piña. Estábamos esperando a nuestro guía, un autóctono de la zona que nos acompañaría en toda la expedición, pero nos dijeron que aun estaba a un par de horas del campamento así que teniendo ese maravilloso entorno no pudimos hacer otra cosa que ir a darnos una vuelta, sin alejarnos mucho por si a caso...
 
 
 
Tupidas masas verdes nos rodeaban por todas partes desde donde salían grandes ramas repletas de pequeños plátanos inmaduros. De repente vimos acercarse unos elefantes que llevaban en sus lomos otro grupo de turistas que tenían mas cara de susto que de alegría. Al lado del campamento teníamos un "parking" de elefantes, donde montaban y desmontaban los turistas para dar paseos por la jungla a sus lomos.
 
 
 
Esa iba a ser nuestra primera actividad, montar en elefante. El mero hecho de pasear por esos senderos era impresionante pero hacerlo a lomos de un animal tan alto debía ser algo increible. No podíamos esperar a que llegara nuestro turno.
 
Llegó nuestro guía, Moon, un auténtico tailandés con aspecto indígena y con poca indumentaria, una cinta en la cabeza, unos pantalones de camuflaje, unas chanclas de dedo y un enorme machete que se colgaba de su cintura.
 
De repente empieza el diluvio universal...solo faltaba Noé con el arca...Todo se convirtió en barro, nos pusimos perdidos, estábamos completamente calados, como si nos hubieran tirado a una piscina. Y justo nos toca montar en elefante...No era tal y como lo habíamos imaginado pero...
 
¡Que miedo! Nos montamos de dos en dos en los elefantes. ¡Que cosa mas grande! Yo me veía en el suelo mas pronto que dices pío pero aguanté. Para colmo, todos llevaban una barra de seguridad en la cintura, como en las atracciones de la feria, pero la nuestra no aparecía...Nosotras agarradas de ladito con mas miedo que otra cosa y esa mole deslizándose camino a bajo por el barrizal...LLoviendo a mares, y en esto que nos damos la vuelta para agarrarnos de la silla por la parte de atrás y vemos que nos sigue un pequeño elefantito que busca constantemente la trompita de su mamá como diciendo " estoy aquí no te preocupues". Resultó que el elefante en el que íbamos montadas era la mamá.

 
 
Poco a poco dejó de llover y nos fuimos acostumbrando al movimiento del pesado animal. Fue entonces cuando empezamos a disfrutar y a darnos cuenta de la belleza que estaba frente a nuestros ojos.
 
 
 
Como todo iba muy tranquilo ahora, el elefantito pequeño decidió que quería jugar un poco así que se fue camino a bajo hacía el río para chapotear un poco. Como hubiera hecho cualquier madre al ver a su hijo ir corriendo a bañarse a un río, nuestro elefante empezó a caminar rápido y se desvió del camino a pesar de las indicaciones del cuidador. La mamá acabó metida en el río jugueteando con el elefante pequeño y nosotras mas tiesas que la mojama agarradas a la silla sin saber si ibamos a acabar en el río o que. Fue super bonito y algo muy especial poder ver e incluso sentir a una mamá elefante jugar con su pequeño.
 
 
 
Acabó nuestro paseo en elefante por la jungla y nos despedimos tanto del pequeño como de la mamá, siempre con precaución porque no dejan de ser animales salvajes. ¿Quién me iba a decir a mi que lo que estaba por llegar era lo mas parecido al infierno que había vivido a nivel físico en mi vida?
 
Siguiendo a nuestro guía Moon, todo el grupo empezó a caminar montaña arriba por una especie de sendero a través de la jungla. Nos esperaban cuatro horas de senderismo por esos bellos parajes hasta llegar al poblado en el que haríamos noche, en lo alto de una montaña, el poblado Hmong.
 
La lluvia empezó a caer a lo salvaje de nuevo. Todos con las mochilas a la espalda intentando resvalar lo menos posible por caminos embarrados. Ayudándonos los unos a los otros, agarrándonos a lianas o raíces que salían de la tierra montaña arriba, sujetando a nuestro compañeros que se habían caído y se descolgaban con las rodillas en el barro, cruzando ríos saltando de piedra en piedra mojadas por una lluvia que no paraba, si no mas bien empeoraba. Yo acabé resvalando en una de las piedras del río y metiendo una de mis piernas hasta la rodilla en el río por lo que al salir esa bota estaba completamente llena de agua. Saqué la que pude pero gran parte del agua había sido absorbida por la bota y el calcetín por lo que cada paso que daba con ese pie era como si llevase un peso muerto que mas bien tiraba de mi para atrás mas que ayudarme a avanzar.
 
A todo esto llegamos a un punto donde vemos a un elefante suelto...El guía nos dice que no nos acerquemos, que puede ser peligroso. El elefante estaba situado justo en el camino por donde teníamos que seguir asi que el guía buscó un camino alternativo... Escalar por la montaña agarrándonos en las ramas que colgaban..."¿Me estas vacilando?" Yo pensé... No iba a ser capaz de hacerlo ni de broma...¡No sabía donde me había metido! En ese momento me sentía tan incapaz que estuve a punto de rendirme pero claro...no había opción porque no me iba a quedar en medio de la jungla sola...La única opción era seguir hacía delante, costase lo que costase.
 
La gente ni hablaba porque no teníamos ni aliento...Bueno, rectifico, mi amiga y uno de los americanos llevaban todo el camino hablando y ayudándose entre ellos. Un auténtico flechazo supongo.
 
Cuando estaba al límite de verdad de impotencia porque no podía dar ni un paso mas, Moon dice en inglés "Chicos, estamos a diez minutos del poblado, un último esfuerzo" y yo vi la luz, no se si era la luz de la alegría de llegar ya o la luz de que estaba viendo chirivitas del mareo que llevaba....
 
Llegamos al poblado, unos cuantos chamizos de bambú con una única habitación donde toda la familia duerme junta en finos colchones casi a ras de suelo. En el chamizo donde nos quedamos nosotros teníamos una sala en el exterior, sin paredes pero con techo, que es donde cenamos, y una habitación cubierta y con paredes donde todos durmimos.
 
 
 
 
Todos llegamos completamente marrones del barro. Todos, absolutamente todos, aunque algunos eran expertos en senderismo, nos habíamos caído al menos un par de veces. Estábamos completamente guarreteados, mojados y sudados así que lo que mas necesitábamos era una ducha.
 
Por supuesto, el poblado tenía ducha, una caseta de bambú a través de la que se veía todo y todos te veían cuyo suelo era de barro, del mismo que nos queríamos quitar de encima. La ducha, un cubo de agua y un vaso para aclararte. Aun así, de las mejores duchas que me he dado en mi vida.
 
Mientras nos "duchábamos" todos, nuestro guía, que había estado cortando con su machete ramas, plantas y demás cosas según íbamos cruzando la selva, empezó a cocinarnos una cena al fuego de una hoguera.
 
 
 
El paisaje era de pelicula, estábamos en lo alto de una montaña, la que habíamos conseguido subir. Las chocitas de bambú daban un aspecto único a todo ese entorno, completamente integradas.
 
 
 
Se hizo de noche y pusimos unas velas mientras esperábamos para cenar, por su puesto no había electricidad. Llegó Moon con la cena. Un par de pucheros con un guiso de color amarillo y otro de color verde....Llevaba carne pero no sabría decir de que... ¿pollo? ¿ternera? Quizás ardilla de la pradera... ¿quien sabe? pero estaba delicioso. Todo acompañado con arroz.
 
 
 
Pasamos horas y horas de sobremesa riéndonos, cantando, haciendo juegos, recordando la odisea...Todos juntos pasándolo genial y disfrutando de una aventura auténtica, sintiéndonos en el corazón de la selva, algo que nunca antes habíamos sentido ninguno.
 
En este contexto tan paradisiaco, tan romántico...Y si no, que se lo pregunten a mi amiga y a su nuevo amigo americano...
 
Una noche mágica, a la luz de las velas y con gente que acababa de conocer pero con la que parecía que llevaba viajando semanas...Una maravilla.
 
 
 
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