viernes, 30 de marzo de 2012

VIAJE A POLONIA 2012: DIA 4, CEMENTERIO JUDIO DE VARSOVIA

Aunque visitar un cementerio puede sonar un poco tétrico o incluso de mal gusto, habiendo visitado de forma "turística" solo dos cementerio mas en mi vida, el cementerio judío de la ciudad de Praga y uno de los cementerios judíos de Nueva York, he de reconocer que como toda la cultura judía me llama especialmente la atención me siento bastante atraída por los cementerios judíos de ciudades donde han tenido o tienen una presencia fuerte las personas que pertenecen a esta religión.

En el caso de Varsovia mas si cabe ya que este, el Cementerio Powazki, es uno de los cementerios judíos mas grande de toda Europa. Al llegar, encuentras un bosque de árboles intercalados con lápidas en las que, en muchos casos, ya no se puede leer a quien pertenece ya que este cementerio fue abandonado durante la Segunda Guerra Mundial y sufrió mucho deterioro. Actualmente hay una parte del cementerio que sigue activa para el enterramiento de la población judía de la ciudad.




Paseando por los diferentes caminos que se intuyen entre los árboles te pierdes en infinidad de lápidas, la mayoría muy sencillas, algunas con tan solo la estrella de David, otras mas modernas están decoradas de una forma mas elaborada, sea como sea, todas comparte ese color gris mezclado con el verdín que ha ido creciendo o incluso tapando muchas de las lápidas caídas, creando un ambiente que bien podría ser el escenario de una película de Tim Burton.



En los muros que rodean el cementerio, principalmente en la zona de entrada, decenas de placas recuerdan a familiares asesinados en campos de concentración y nunca encontrados, desaparecidos de los que nunca mas se volvió a saber pero cuyo destino se puede intuir, agradecimientos a aquellos que lucharon por acabar con el genocidio que se estaba llevando a cabo y en definitiva, despedidas de quienes no pudieron despedirse de sus seres queridos.

Tras un paseo por el cementerio, nos fuimos a comer comida italiana y desde allí a despedirnos de la zona vieja de la ciudad que no habíamos visto aun por la noche. Al llegar a la Plaza del Mercado, como si fuera el sofá de nuestra casa, unos nos sentamos en el suelo, otros en un banco y allí divagamos sobre Polonia, su historia, todo lo que habíamos visto, las cosas que mas nos habían gustado, el carácter de los polacos y en general de la vida y lo frágil que es.

Esa era nuestra última noche en Varsovia así que salimos a cenar para despedirnos de nuestros amigos, a un restaurante indio que nos dio muy bien de cenar y a un precio mas que razonable, unos siete euros por persona.

Al llegar a Varsovia mi primera impresión fue que era una ciudad muy gris pero al despedirla me di cuenta de que había una Varsovia no tan obvia que merecía mucho la pena y sobre todo su gente, trabajadores, luchadores y, a pesar de lo hostil que ha sido la historia con ellos y quizás precisamente por ello, distantes pero acogedores.


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